Para hacer escalable el negocio se necesitó una estandarización de procesos que garantizase la calidad del producto y el control exhaustivo del mismo.
Fueron unos visionarios ya que, además de agruparse comercialmente, impusieron una normativa estricta para garantizar en el gremio unos estándares de calidad e imagen de marca, un incipiente marketing que les ayudó a consolidarse como gremio. Esto hizo que el terciopelo valenciano mejorara en calidad y capacidad de producción.
Como si de un business angel se tratara, el sector encontró el respaldo necesario en 1686 de la mano de Carlos II, que elevó el gremio a la categoría de Colegio del Arte Mayor de la Seda poniéndolo al nivel del trabajo de pintores y artistas.
Pero, ¿cuál es el momento del máximo esplendor? En el S.XVIII. Las sedas valencianas se empiezan a exportar a todo el mundo, sobre todo a América. València se había convertido en un centro sedero potente y mundial.