Sin duda, los momentos de firma, son siempre algo tensos. Aunque esté todo muy cerrado, siempre pueden ocurrir imprevistos. Me acuerdo un día, que además era de mis primeras (por no decir la primera) firmas, con un emprendedor.
Era la hora y él no llegaba. Le llamamos por teléfono y aseguró que estaba en la puerta de la notaría… (¡de otra!) menos mal que le dio tiempo a llegar y finalmente pudimos firmar el acuerdo.
Tenemos una tradición, bueno, varias. Siempre vamos al mismo notario y al terminar, vamos a la misma horchatería (sea la hora que sea, del mes que sea) a tomarnos una “orxata amb fartons”, emprendedores incluidos.
Me he visto más de una vez tomándome una horchata a las 9 de la mañana y en diciembre. ¡Toda firma merece una celebración!