No recuerdo exactamente con qué edad, antes de los 9 años tuve dos consolas con las que disfruté mucho y que ya me crearon una importante afición por los videojuegos. Pero para mí todo cambió cuando mis padres me regalaron un ordenador con 9 años y contrataron a una persona para que me enseñase a programar. Entonces hice mis primeros juegos, tipo ahorcado o juegos de preguntas.
Durante esa época accedí a un nuevo tipo de contenidos que me enamoró, empecé a descubrir juegos de estrategia, gestión y simulación, entre otros (Dune 2, Warcraft 2, Transport Tycoon Deluxe, Civilization II, Age of Empires…), saliendo de los clásicos juegos de arcade o plataformas de las consolas.
Era una decisión sencilla para mí: «como me gustaba jugar a videojuegos me encantaría poder dedicarme de alguna manera a ellos, como desarrollador o jugador».
Así que, conforme crecía, fui haciendo pequeños proyectos personales. Así lo hice durante el colegio con el RPG Maker. Se trataba de una aventura donde el profesor de Matemáticas se perdía en el colegio y había que averiguar qué había pasado.
Más adelante, en el instituto, desarrollé varios juegos de estrategia/RPG/gestión en navegador, de los que también era aficionado. Ahí conseguí algún pequeño éxito. Todavía recuerdo lo contento que me ponía cuando llegaba un cheque de Google con los ingresos de publicidad a casa.
Siempre he tenido la misma sensación que creo que tiene un pintor o un escritor ante un lienzo o un folio en blanco. Pero en mi caso es ante un ordenador: el abanico de posibilidades tendía a infinito para crear lo que quisieras con tus propias manos.